¿Y los espacios de carga? El siguiente nivel en movilidad eléctrica
- atrevinop
- 17 abr
- 3 Min. de lectura

En el camino hacia una movilidad más limpia y eficiente, los vehículos eléctricos han dejado de ser una promesa futurista para convertirse en una realidad cotidiana. Cada vez somos más los que apostamos por esta tecnología no solo por una cuestión económica, sino también por una razón aún más poderosa: el compromiso con el medio ambiente.
Pero hay un tema que sigue siendo una asignatura pendiente y que merece nuestra atención: los espacios de carga asignados.
Más que enchufes: conciencia, respeto y visión
Es habitual ver en lugares públicos espacios reservados para la carga de vehículos eléctricos. Por lo general, estos espacios gozan de cierta prioridad: están cerca de los accesos y, en esta etapa temprana de adopción, suelen ser gratuitos. Hasta ahí, todo suena ideal. Sin embargo, lo que llama poderosamente la atención es lo que sucede después de que el vehículo se carga: muchas veces, simplemente no se retira.
Esto genera un problema que va más allá del desinterés. Se está bloqueando una infraestructura compartida que debería estar disponible para otros usuarios. La carga ya terminó, pero el vehículo sigue ahí. Esto nos demuestra que no solo necesitamos más estaciones, sino también una cultura más consciente y colaborativa en torno a la movilidad eléctrica.
Parte de construir esta nueva cultura de movilidad eléctrica implica generar acuerdos, empatía y responsabilidad entre quienes ya apostamos por esta tecnología.
Pero también es necesario decirlo con claridad: existen personas que, sin tener un vehículo eléctrico, ocupan espacios de carga aún con señalización visible y estaciones claramente marcadas. Este tipo de conductas no solo demuestran una falta de respeto, sino que sabotean el avance hacia una infraestructura más limpia y funcional para todos.
Estos espacios no son de conveniencia, son una necesidad. No están ahí porque estén cerca de la entrada o porque luzcan vacíos; están ahí porque cumplen una función crítica dentro del ecosistema de carga.
Es momento de dejar atrás la indiferencia y comprender que la transición energética necesita tanto usuarios responsables como ciudadanos conscientes.
Cultura de electrificación: una tarea compartida
Debemos desarrollar y fortalecer esta nueva cultura. Por un lado, porque aún no hay suficientes estaciones de carga públicas, y por otro, porque aunque marcas como BYD están revolucionando la industria con tecnologías como sus supercargadores que permiten cargar en 5 minutos —tiempo similar al de llenar un tanque de gasolina—, el acceso a estas innovaciones tardará en estar al alcance de todos.
En la empresa donde trabajo, por ejemplo, solo hay una estación de carga y dos lugares asignados. Hoy ya somos cinco personas con vehículo eléctrico. Lo que nos ha funcionado no es una app ni una política formal, sino algo mucho más poderoso: empatía y acuerdos entre nosotros.
Una vez que el vehículo termina de cargarse, cedemos el espacio de inmediato. Y eso ha hecho toda la diferencia.
Y aquí es importante hacer una pausa y reconocer algo fundamental: son muy pocas las empresas que hoy tienen la conciencia de ofrecer alternativas reales para la carga de vehículos eléctricos.
Por eso, agradecemos profundamente que se estén dando estos primeros pasos. Son acciones que, aunque parezcan pequeñas, marcan la diferencia en el camino hacia una movilidad más sostenible.
Subamos de nivel
Si ya dimos el paso hacia un vehículo eléctrico, no podemos quedarnos en la superficie. Necesitamos subir de nivel también en infraestructura, regulación y cultura. Y eso empieza por darle al espacio de carga el lugar que merece: uno de respeto, diseño y funcionalidad.
Porque al final del día, la movilidad eléctrica no es solo una cuestión de tecnología,es una cuestión de actitud, de ser diferentes
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